Algunas empresas sobreviven en el tiempo, mientras que otras se quedan atrás, ¿te has preguntado la razón? En mi experiencia, esto tiene que ver con que las compañías que perduran, juegan al juego infinito. Por el contrario, aquellas que caen es porque no han entendido los negocios como parte de un juego infinito. Y se han desarrollado en uno más común, nombrado por Simon Sinek como juego finito.
Tanto en los negocios como en la vida, hay dos tipos de juegos:
Mentalidad infinita vs Mentalidad finita
Enfocarnos en ganar y obtener beneficios de colaboradores, accionistas y clientes a corto plazo, es jugar por el lado finito. Sin embargo, en un juego infinito se abandona la idea de vencedores y perdedores. En ese sentido, implica enfocarse en la construcción de organizaciones sanas y fuertes que sobrevivan al tiempo y los cambios. De esta manera, los líderes trabajan para asegurar que todos sus públicos encuentren la inspiración para continuar jugando.
Por otro lado, en el juego finito la venta de productos y servicios es el medio para tener ganancias. Y en el infinito, estas transacciones permiten añadir valor a los clientes; todo esto pensando en establecer una relación a largo plazo. Asimismo, en el primero la visión es de “túnel”, que lleva a hacerse la pregunta, ¿qué es mejor para mí? Y en el segundo esta mirada se amplía e implica cuestionarse, ¿qué es mejor para nosotros?
Una compañía lista para formar parte del juego infinito, no piensa en ella misma, sino que considera su impacto sobre sus colaboradores, comunidad y el mundo. Esto da como consecuencia una cultura de innovación que logra resultados. Aquellas empresas que son lideradas por personas con mentalidad infinita, disfrutan de extraordinarios beneficios.
Tener en cuenta los negocios como parte de un juego infinito, significa integrarse a una nueva partida. En ella, el objetivo no es ganar año con año, sino mantenerse en el juego por mucho tiempo. Esto se traduce en mantenerse en el mercado siendo rentables, pues el dinero se considera un combustible que nos mantiene jugando, y no una meta.
5 prácticas de un líder infinito
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Incentivar una causa justa
Una causa justa es mantener una visión de un estado futuro al que aspiramos. Y es tan atractiva, que el personal se dispone a realizar sacrificios para convertirla en una realidad. Y puede implicar rechazar una oferta salarial más elevada, trabajar fuera de horarios o viajar con frecuencia. Incluso, ante la duda, sentimos que vale la pena hacer estas cosas, “por una causa justa”.
Más que nada, se trata de un propósito que provoca inspiración para concentrarnos. Y que va más allá de las recompensas inmediatas y las victorias individuales.
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Equipos confiables
Existe una diferencia entre trabajar con un grupo de personas y confiar unas en las otras. En el primero, se trata de interacciones transaccionales, enfocadas en obtener algo. Y esto no necesariamente significa que nos desagraden estas personas, ni que no disfrutemos nuestras labores. Sino que estas cosas no son sinónimo de un equipo confiable. La confianza es cuestión de percepción y para alcanzarla, se deben cumplir algunas condiciones. Por ejemplo, sentir seguridad al expresarse, y sobre todo, al encontrarnos vulnerables.
Al estar inmersos en una cultura dominada por el estrés de alcanzar objetivos financieros, los líderes suelen darle más peso a quienes tienen un rendimiento alto. Y dejan de prestar atención a los otros miembros que confían en ellos.
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Rivales dignos
Un rival digno es un jugador con el que nos podemos comparar. Y puede pertenecer o no, a nuestro departamento; ser nuestro enemigo, colaborador o un compañero. Tampoco es relevante si juega con una mentalidad infinita o finita. Sin importar quién sea o cómo sea nuestra interacción con él, el hecho a resaltar es que haga una o más cosas tan bien o mejor que nosotros.
Además, no hace falta admirar todo de una persona o empresa, ni estar de acuerdo con su actuar, ni siquiera que nos guste. Sencillamente se trata de reconocer sus fortalezas y capacidades, a la par de aprender de ellas. Los rivales dignos nos impulsan a convertirnos en mejores jugadores.
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Flexibilidad existencial
Un jugador con mentalidad finita suele temer a las cosas nuevas que perturban el orden. Pero un jugador con mentalidad infinita encuentra en ellas una fuente de disfrute. En el caso de un líder con visión infinita, si mira hacia el futuro y nota que hay algo que complicaría su avance, de cara a la causa, será flexible. Esto ocurre porque no siente miedo por los cambios estratégicos, por más extremos que estos sean. Y tienden a ser personas reactivas e incluso oportunistas. Flexibilidad existencial es tomar la ofensiva.
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Un liderazgo valiente
La adopción de una mentalidad infinita en medio de un mundo finito, puede llevar a un líder a perder su empleo. Esto ocurre ya que las presiones por mantener una mentalidad finita puede resultar abrumadora. La mayoría de oportunidades profesionales, están permeadas por la necesidad de cubrir las vacantes con jugadores con buen desempeño finito.
Es así, que un liderazgo valiente consiste en tomar riesgos en pro de un futuro desconocido. Ya que es más sencillo jugar con el mes, el trimestre o el año, que asumir decisiones en aras de un futuro lejano.
Para resumir, es necesario decir que vivir bajo una mentalidad infinita es llevar una vida de servicio con el objetivo de continuar jugando. Al comprender los negocios como parte de un juego infinito, podemos construir una empresa en la que las personas retomen este espíritu. Y que sigan en la partida aún cuando ya no seamos parte de la organización.
¡Por tu libertad empresarial! El autor, Alejandro Valdés Peña es especialista en crecimiento de dueños de negocio. Para contactarlo de manera directa, escribe a alejandro.valdes@innovarte.mx