¿Por qué decimos que nos educamos? Y ¿para qué nos educamos?

Escrito por: Guillermo Santos

¿Por qué decimos que nos educamos? Y ¿para qué nos educamos?

¿Por qué decimos que nos educamos? Y ¿para qué nos educamos?

“La existencia humana no puede resguardarse de las
inquietantes presencias que adopta la finitud”

(Mèlich, 2010).

Hoy más que nunca decimos que estamos más cerca y más informados como sociedad ante cambios políticos, sociales y estructurales que llevan a pensar sobre la misma forma de actuar del ser humano. Socialmente, hay una preocupación por los recursos naturales, por la educación y los habitantes que estamos formando ante este mundo global.

Los distintos cambios en la manera de pensar del ser humano lo han llevado a situarse sobre la pregunta por él mismo1 (Cacho, 1998). Esta incógnita sobre la existencia de lo humano, en efecto, lo ha llevado a entender que es un hombre fragmentado, dividido, incompleto y finito; que es un ser dotado de capacidades para desarrollarse y necesita llevarlo a cabo.

Ahora bien, considerando el entendimiento de que el humano es un ser fragmentado, incompleto, finito y cambiante con el paso del tiempo, ha resultado necesario que exprese que su conocimiento va más allá de solo verse como persona que se ha visto enriquecido por los diferentes significados que ha ido adaptando a su cultura, entendiendo que es un ser histórico y que es con los demás. De lo abstracto ha ido cambiando hacia lo concreto, situado en un espacio-tiempo específico (Cacho, 1998). Esto lo ha llevado a entenderse en un “hombre cargándose de su mundo”, la persona es capaz de hacerse responsable de su vida, de sus actos y de la relación con los demás. Una persona que hace la realidad como suya y además la transforma haciéndose responsable por ella.

“El hombre obra humanamente cuando es consciente de lo que hace” (Gevaert, 2005). Entenderemos que “obrar humanamente” es obrar con, para y por los otros, es ponerse en disposición para los demás y así querer generar el bien al otro2. Haciendo referencia al mismo Gevaert (2005): “La persona humana es la síntesis de todos los valores; más aún, es el valor supremo. No es el medio, es el origen del ámbito de los medios y de los fines. El sentido depende de la relación con los demás”.

La forma en la que nos relacionamos, salimos al encuentro de los demás, tratamos a los otros, es una manera de demostrar cómo estamos educados.

Y aquí quiero hacer la diferencia entre la educación formal (esa que tiene que ver con la institución escolar) y la educación informal (aquella que se recibe desde casa y se va construyendo en el día a día fuera del ámbito escolar). La importancia de esta distinción tiene que ver con la manera en la que nos educamos informalmente, aunque la educación formal también tiene que contestar el para qué nos educamos. No obstante, la respuesta es más significante cuando viene de un contexto informal, porque es donde se transmiten los valores y las formas en las que la persona se apropia y asume la experiencia de ser él o ella misma.

La pregunta del inicio de este texto hace referencia al ¿por qué decimos que nos educamos? Para contestarla tendremos que remontarnos al significado de la palabra educación: En su término latino, tiene dos vertientes educare, significa: nutrir, alimentar, enseñar, instruir y que deriva en educatio. Y por otra parte educere significa: hacer salir, tirar de, estirar y que deriva en eductio (surgir algo de otra cosa) (López Calva, 2009, p. 75).

¿Qué tipo de persona queremos hacer salir?, ¿cuál sentido le va a dar a su vida?, ¿Por qué es necesario educarse? Educarnos implica, nutrirnos, alimentarnos y salir de uno mismo, esto lleva a asumir responsabilidades, comprender que estamos con el otro viviendo en el día a día, con una gran variedad de pensamientos y formas de ser distintas a las que estoy acostumbrado. Salir al encuentro, salir de lo que me encierra, salir ¿a qué? El día a día nos invita a seguir escribiendo las respuestas de la pregunta, porque se van materializando cuando vamos encontrando el sentido para vivir.

Nos educamos no para el éxito o para el dinero (ese llega en la medida que se trabaje honestamente para ello), nos educamos para responder ¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos? y ¿cuál es el sentido de nuestra vida? “Educar es compartir la pasión por ser humano creando las condiciones para que esto pueda ocurrir y al hacerlo todos los involucrados en esta acción puedan acercarse más a su humanidad posible (De Regil, 2011)”.

Hoy con tantos cambios, con una sociedad que tiene diferentes matices, sabiéndonos limitados y finitos, vale la pena preguntarnos ¿qué es aquello que nos educa?, ¿qué es aquello que nos hace acercarnos a la humanidad?, ¿cuáles son los caminos para reconocer lo humano en un mundo que es violento?, ¿cómo encontrar el sentido de educarme más allá de lo material?

Estimado lector cuál sería tu respuesta…

[1] Hay que entender que estas preguntas esenciales ¿quién es el hombre?, ¿quién es Dios?, ¿qué es el mundo? han sido cuestionamientos que se ha hecho durante las diferentes épocas de la humanidad.
[2] Entiéndase, solo en esta oración, otro como: el mundo y los demás.
Referencias
Cacho, V. X. (1998). Criticidad y Formación Universitaria. México D.F: Ediciones María Auxiliadora.
De Regil, V. J. (2011). Educar: Una pasión por ser humano que se contagia. Puebla: Universidad Iberoamericana.
Gevaert, J. (2005). El Problema del Hombre, Introducción a la antropología filosófica. Salamanca: Ediciones Sígueme.
Libanio, J. B. (2003). El Arte de Formarse. Salamanca: Ediciones Sígueme.
Mèlich, J. (2010). Ética de la compasión. España: Herder.

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