Las cosas que nos gusta comprar son en definitiva un reflejo de quiénes somos, ir al súper significa para una persona que vive en pareja algo muy diferente a lo que significa para un estudiante universitario.
Hay un trasfondo simbólico muy complejo sobre lo que guardamos en el refri, en el baño y en el closet y en conjunto dicen mucho acerca de la vida que llevamos y de quiénes somos.
¿Recuerdas el momento en que por primera vez en tu vida tuviste la entera libertad de comprarte lo que te diera la gana? Bueno, ese día estrenaste algo que en marketing llamamos “decisión de compra”.
Generalmente cuando somos niños las decisiones de compra las realizan las personas que están a cargo de nosotros, pues son ellas las que organizan en principio lo que tenemos que comer, vestir o usar para las actividades de la vida diaria.
Pero conforme vamos acumulando años en la vida, el dinero se dispone según nuestro propio entendimiento, el poder adquisitivo hace su entrada triunfal y es entonces cuando podemos decidir nuestras propias compras.
El problema es que pocos recibimos educación financiera y pronto nos volvemos consumidores irresponsables que compran sin ton y son, es más, sin saber siquiera por qué lo hacemos, poniendo en peligro nuestras finanzas sin resistir siquiera a cualquier provocación.
De hecho, las razones por las que se compra algo son bien extensas, dependen mucho de nuestra personalidad, nuestro estado de ánimo, de nuestra necesidad, pero sobre todo del poder adquisitivo.
Los consumidores más duchos aprovechan al máximo la cantidad de dinero que tienen disponible para vivir y delinean su estilo de vida con lo que se sienten cómodos.
En este artículo quiero invitarte a reflexionar de manera activa tu forma de hacer compras, a veces un consumidor exigente, cuidadoso y responsable es también un empresario con los mismos adjetivos que maneja las finanzas de su negocio igual que las personales.
Por supuestos existe el caso contrario de personas que sí nada deben, nada tienen y manejan la misma política financiera para sus negocios.
Desde mi punto de vista, los dos extremos son malos, se requiere tomar decisiones responsables para mantener las finanzas sanas de la empresa pero atreverse a arriesgar capital que no compromete la operación de la empresa.
Hablar de finanzas no es tan rasposo como parece, yo empezaría por tomar como estandarte el orden de mis finanzas personales para después proyectar a gran escala y sacarle jugo al manejo de las finanzas del negocio.
Se puede empezar por recabar durante un mes los montos de lo que se gasta en alimentación, vestido, diversión y esparcimiento, salud, etcétera.
Tomar nota de las marcas que usan, de este modo se puede, si se quiere, usar sustitutos, claro hay marcas que amamos y que nunca podrán salir de nuestra vida, pero las que no agregan valor a ella pueden ser reemplazadas por otras que sí lo hagan.
Hacer esto permite hacer un balance respecto a cómo andamos en nuestras finanzas personales, desechar lo que no se necesita y tomar decisiones para hacer mejoras de modo que se pueda entender en qué se puede ahorrar y cuánto se puede destinar para invertir en proyectos nuevos.
Después piensa en aplicar esto con tu negocio, revisa cuánto y en qué gastas, reemplaza lo que no genera valor al negocio y verás que tus finanzas mejorarán.
¡No seas egoísta! si tienes niños a cargo ofrece orientación sobre el uso de su dinero, trata de no imponer en ellos las cosas y las marcas que a ti te gustan, fomenta su creatividad y dótalos de experiencias diversas para que no sean presas de la mercadotecnia simplista.
Ayúdalos para entender mejor el dinero y dales la posibilidad de que sigan tus pasos para generar riqueza sin fallecer en el intento.
Yo soy Vianney Hernández para Conhectores y nos leemos próximamente.